miércoles, 3 de abril de 2013

sábado, 23 de marzo de 2013

Mi casa, mi patio


Patio embaldosado de mi casa vieja.

Navidad de antaño, familias de fiesta

y  todos reunidos en la larga mesa…

Hoy cada baldosa es casi una queja.

 

Dónde está la abuela, mi padre querido

y todos aquellos que allí se han reunido.

Los años, la vida, distintos caminos

que día tras día nos marcó el destino.

 

En cada baldosa se grabó mi vida,

el rojo brillante de las alegrías

o ese gris borroso de los desencantos.

 

Y el que era un gran patio durante mi infancia

hoy es  sólo un parche pintado de negro

que vi aquella tarde con mucha nostalgia.

Mi barrio


Mi barrio ya no es este,

su gente no es la misma.

Faltan esos vecinos, testigos de mi infancia,

y de mi adolescencia,

Se han perdido en el tiempo;

y un manto de ternura

envuelve mis recuerdos:

los chicos por la tarde,

en la calle desierta,

jugando a la pelota;

geométricas figuras

dibujan la rayuela

que, saltando, saltando,

nos llevaría hasta el cielo;

la silla en la vereda

en noches de verano...

 

Qué triste me parece

después de tantos años

¡qué triste y diferente!

Fachadas que han cambiado

el revoque amarillo

por el brillo elegante

de un frente de ladrillos.

 

Las vueltas de la vida:

familias que se han ido

con rumbos diferentes,

los chicos que han crecido

y que levantan vuelo,

y presentes por siempre

los “ausentes” queridos;

mi padre está entre ellos

mi padre está presente

en esa vieja casa;

en cada rinconcito

su mano laboriosa

trabajó con cariño.                

Pero el tiempo no para

y destruye y corroe

las cosas materiales

(las paredes, el patio).

Lo que no se ha llevado

ese tiempo tirano

son aquellos momentos,

los recuerdos de entonces

con lo bueno y lo malo:

mis veinticinco años

que en la casa he pasado.